16 de Abril del 2008
No era tan difícil establecer las innumerables veces sentí la fuerte angustia de deseo que corría cada vez que me mirabas fijamente, te podría citar la cantidad de veces que en mi mente te besé y acaricié, en esos breves instantes de fijeza profunda entre tus ojos y los míos. Siempre sentí que jugabas con mis emociones, como cuando te desnudabas frente al espejo en presencia mía, nunca tuviste compasión de mí! Imposible no creer que comprendías mis nervios y el sudor que bajaba por la frente cada vez que de manera instintiva tus ropas acariciaban el suelo.
No tengo claridad en que momento preciso empecé a sentir que me estaba enloqueciendo por ti, todas las noches me acostaba en mi lecho pensándote y trayendo a mi memoria cada palabra, registraba cada movimiento de tus labios, de tus manos, tus miradas, los tonos de tu voz, cada aspecto que pasaba inadvertido, yo lo traía a colisión pensándote noche tras noche. En la inmensidad de esos recuerdos te poseía, me atrevía hacer lo que en presencia tuya era incapaz, regresaba con tu imagen desnuda, te clavaba mi mirada honda en tus ojos con intención de penetrarte, luego empezaba a penetrar tu cuerpo de la misma manera. Terriblemente para mi, cada momento que intentaba tocarte con mis manos, te desvanecías y despertaba de nuevo entre mi lecho, sollozando por la imposibilidad de tenerte infinitamente.
Después de largas y eternas conversaciones sin ningún final, quedábamos extasiadas mirándonos fijamente, en alguna ocasión llegue atrevidamente a recorrerte el rostro con las puntas de mis dedos, lo recorría y sentía muy adentro mío el deseo profundo de bajar mis manos hacía tu blusa, desabrocharte y palpar cada centígrado de tu seno, recorrerlo de la misma manera, conocerlo, sentirlo y beberlo. ¡Oh mentiras!, por alguna situación incomprensible siempre terminabas cerrando tus ojos y caías exhausta sobre mi hombro, solo me conformaba en aquel instante con tenerte tan cerca aunque corporalmente siempre te tuve demasiado lejos, casi inalcanzable.
Ahora solo traigo a colisión estas memorias de tu antigua presencia, mientras tanto sigo pensando en aquel único momento que llegue a poseerte completamente como siempre lo imagine, con tu consentimiento y pasividad. Sentía tu cuerpo muy frío, aunque el mío se encontraba en su totalidad cálido, me sumergí en las ventanas profundas que siempre habían estado cerradas para mí, esas que tantas veces intente penetrar a través de mi imaginación. Mientras arrebataba los muros protectores de nuestros cuerpos (nuestras ropas) los ungía con el aceite que emanaba de mi sexo unido a la sangre que producía el tuyo. Durante aquellos breves instantes creí conocer a profundidad la incipiente oscuridad que había ocultado durante tanto tiempo pero que ardía de pasión y que no podía evitar sentir. Jadeaba tu sexo con el mío, aunque sabía a ciencia cierta que tu cuerpo estaba inerte, era un deseo tan hondo de querer darle vida a través de este profundo placer que enardecía las partes muertas de mi cuerpo que no importaba si no eras tú la forma que sentía y penetraba con mis manos.
Con claridad recuerdo haber pintado cada partícula de ti con tu propia sangre, acariciaba tu cuerpo maravillada de tanta belleza que durante tanto tiempo había estado oculta a mis manos. Acaricié tus senos y tu sexo envistiéndolos de mi saliva ya unida con tu sangre, sentía el elixir profundo de los dioses florecer por mi aliento generado por ti misma, por esa sangre que ya era mía, que me recorría las venas y hacía pulsar ese profundo amor que tantas veces me negué a confesar. Después de saciarme hasta mas no poder de ti, confieso haber sentido un profundo vacío, me arroje a tu cuerpo queriendo atraerte conmigo de nuevo, pensando tal vez! Que dormías plácidamente y que despertarías en cualquier momento. El tiempo pasó y comprendí que no volverías a mí, que te había arrancado de esta vida solo para satisfacer una fantasía que me tenía ya al borde de la locura. Lo justifique de momento, sabría que lo entenderías perfectamente, pero empecé a necesitar tu voz, tus gestos, tu movilidad. Tenerte estática no era suficiente para mí. Aunque te aseguro que esto era necesario para mí, para mi salud tenía que acabar con tu vida para así poder tenerte. Tenía que ser yo quién te llevará hacía la muerte para ser el puente y conducto de ti, a través de mi, trascenderías a un estado mejor, ¡quizás! Por lo menos deseaba pensarlo así.
“Antes de que te apagues quémame…así, lentamente cúbreme entre tus cenizas, tomate de un trago mis restos, emborracha tu alma, para así correr por tus venas, ser tu eterna droga…” Anónimo
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