jueves, 24 de junio de 2010
El Domingo, 06 de junio de 2010 a las 15:26
El vacío era como una manta negra que empezó a manifestarse con pequeños moretones en los brazos, eso me impedía escribir, leer, agarrar cualquier cosa entre mis manos. Luego, como si no fuera suficiente, mis pies ennegrecieron, se iban perdiendo con la mancha negra que seguía propagandose diariamente, no había manera de pararla, mis defensas bajaron, mis ojos perdieron la pupila oscura, convirtiendose en una mancha blanca indistinguible. Caminaba sin sentir mis pies, abrazaba sin sentir los brazos. A corto plazo, los amigos no lograban reconocerme a distancia, en la cercanía siempre había la duda, de si era yo o no. También padecía la perdida de memoria, los recuerdos convertidos en viejas imagenes, no lograban satisfacer falsamente las ánsias de vida. Entonces, despojada de lo vivido, libre hasta ser nada, pero cargando la libertad entre las espaldas, esperaba impaciente que la negrura llegará hasta mis extremidades superiores, mientras eso sucedía, la nada que ya no era yo, buscaba desesperada la cura, cabe decir, que por algunos días, la propagación cesaba, ella tan cansada como yo, de perpetuarse sobre mí. Sabía perfectamente que era inevitable pensar en abolirle, sabía también que el vacío era un mal terminal, porque a pocos días de recuperar el aliento, él comenzaba su trabajo, yo lo miraba cubrirme, con una caricia suave, mientras él, me veía desaparecer sin darme ninguna tregua.
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1 comentario:
Sugir como si nada, nevegar entre oceanos, volverse, dejar de ser, volver a ser... Lo que hay para uno lo hay para otros en distinta forma lo importante es esa caricia que te rodea, la mirada tierna que culmina en el silencio del quere.
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